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El no hacer nada también se entrena


¿Sabes estar sin hacer nada? ¿Hace cuánto tiempo que no te pegas una mañana, una tarde, dejando que las horas bailen a tu alrededor, sin llenarlas de actividad, de quehaceres, de palabras, de trabajo, de tareas, llenándolas únicamente de ti?

En la práctica de la meditación, una de las cosas que más ayuda a conectar con ese espacio de quietud interior, es la inmovilidad absoluta. En los Talleres de Meditación de SAMA, destinamos un tiempo a adoptar una postura correcta que nos permita permanecer estáticas.


Es sorprendente comprobar que una vez que nuestro cuerpo adquiere esa posición y somos capaces de mantenerla, comenzamos a entrar en contacto más consciente y más profundo con otra dimensión, la mental. Si por algo se caracteriza la mente es por su hiperactividad. Está en constante movimiento, generando pensamientos uno tras otro sin solución de continuidad. Lanzándonos ideas, monólogos, imágenes, como si fuera una máquina lanza pelotas de tenis programada a altísima velocidad.

Ah. Sorpresa. ¿Qué observamos al permanecer en esa quietud física? Que como por arte de magia, poco a poco, la mente también empieza a bajar su frecuencia. Se adquiere cierta calma mental. Y esa calma mental da lugar a pequeños espacios-tiempos de conexión interna, a momentos de acceso a tu ser. A instantes de PAZ. Ya tenemos localizada la puerta. Y ya tenemos nuestra llave.

En la práctica de la vida, sucede algo parecido. El hecho de estar en constante movimiento físico, correr de un sitio a otro, andar deprisa por la calle, ducharnos deprisa, vestirnos deprisa, comer deprisa, beber deprisa, hablar deprisa… hace que el ritmo de nuestra mente funcione a la misma velocidad.

Ah. Sorpresa. Si ralentizas tu ritmo, si haces algo MUY DESPACIO, sucede que como por arte de magia, las cosas de alrededor adquieren otra dimensión, una dimensión más real, con más colores, más luces, sombras, olores, texturas. La práctica del Mindfulness sabe de eso. Los sentidos se amplifican. Vives en un espacio-tiempo más sereno. Prueba.

¿Y si en vez de ralentizar paramos? Intenta NO HACER NADA. Sé que quizás la mera idea te produzca miedo o rechazo. Es lo mismo que le pasa al cuerpo cuando le invitamos a permanecer completamente quieto. Le cuesta. Es lo mismo que le pasa a la mente cuando le invitamos a descansar. Le cuesta. Pero prueba. Permanece en ese estado de abandono durante, al menos, media hora. Y observa. Ah. Sorpresa.

El estrés en el mundo occidental se está manifestando, junto con la obesidad, como la nueva pandemia del siglo XXI. Las consecuencias del ritmo que llevamos son innumerables, tanto físicas como psíquicas. Lo bueno del asunto es que combatirlo está en nuestra mano. Hay que aprender cómo y ponerse a ello. La mejoría es rápida. Y el tratamiento no es costoso. Sólo depende de voluntad.

La gestión del estrés se aprende. Y el acceso a la calma se entrena. Ah. Sorpresa.

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