top of page
Buscar

¿Por qué el cuerpo te pide comida basura?

¿Te ha pasado alguna vez? En momentos de astenia, tristeza o en periodos de estrés, el cuerpo (o la mente, al final es todo lo mismo) te pide chuches, donuts, helado, basurillas. Son momentos en los que eres capaz de comer cualquier cosa que se te ponga por delante y que se aleje lo máximo posible de una manzana o un plato de brócoli. ¿Por qué?



Qué me está pasando


Si estamos viviendo un pico de estrés, nuestro cuerpo está liberando cortisol en sangre. Ya te he comentado en otras ocasiones que nuestro cerebro no ha evolucionado a la velocidad a la que lo han hecho las circunstancias que nos rodean. Su respuesta al estrés es burda, primitiva. Es el cerebro reptiliano, nuestro cerebro más arcaico, el encargado de responder a esos inputs que él percibe como “peligro de muerte”. Y como es un poco rudo, no es capaz de distinguir “clases de peligros”. El peligro de llegar tarde a una reunión lo asume como el acecho de una serpiente venenosa. Igual le pasa con el miedo a perder el trabajo, con la carga de responsabilidad… Tú sientes estrés y él asume “amenaza vital”. ¿Qué hace? Reacciona en consecuencia lanzando a tu torrente sanguíneo cortisol. Esta hormona va a pedirte azúcar para que metas energía en el cuerpo que te permita activar los músculos o para huir o para luchar.


¿Y cuando estoy triste?


Lo mismo. Tu cuerpo te va a pedir azúcar para elevar tu energía. También te va a pedir comida basura. ¿Por qué? Los carbohidratos aumentan la serotonina, la hormona de la felicidad, que es justo lo que necesita tu cuerpo. Y lo quiere rapidito. De ahí que cuanto más basura sea tu elección (azúcares de asimilación más rápida), mejor.


Los carbohidratos aumentan la serotonina

Un poquito de drogadicción


Otra hormona más que nos reporta este tipo de alimentos: la dopamina. Es la hormona del placer, del bienestar. Nos eleva el ánimo. Y es la que libera el cerebro cuando consumimos azúcar.


Esta hormona tiene el poder de engancharnos, así que cuidadín con ella. ¿Sabías que es la misma que se libera cuando recibes un like en una publicación? Ahí lo dejo.


¿Y qué hago?


Pobre cuerpo, lo único que intenta es mantenernos a salvo y contentos. Pero a veces, se confunde porque nos guía por caminos que, si bien son efectivos a corto plazo, también son dañinos. ¿Qué hacemos entonces?


  1. No culpabilizarse. Es normal que el cuerpo nos pida azúcar. Procuremos dársela sana, pero si caes… ¡FÁCIL! Te levantas.

  2. Intenta conseguir serotonina de otro modo: plátanos, nueces, avellanas y lácteos son opciones. Prueba.

  3. Beber agua soluciona muchas cosas. Esta también.

  4. Utiliza la fruta deshidratada a modo de chuches.

  5. Hazte helado natural. Hay una receta en la Thermomix, con clara de huevo, que da muy bien el pego. Te la dejo en un link por si te apetece probarla.

  6. Intenta comer de todo. Si te reprimes demasiado, la necesidad brotará en algún momento, y suele ser por la noche, el peor momento para darte un atracón.

  7. Prueba también con dátiles o higos secos. Pero de manera comedida.

  8. Vigila tu despensa. Es más difícil picar de lo que no tienes.

  9. Entrénate. ¿Sabías que cuanto menos dulce consumas, menos necesitas comer?

  10. Intenta elevar tu ánimo de otra manera (música, naturaleza, masajes, caprichos, amigas) y procúrate calma (relajación, descanso, yoga, aromas esenciales, meditación, baños calientes con sal)


Y por último, una quimera:


Los edulcorantes no son inocuos. Tus papilas gustativas los interpreta como dulce. El cerebro los interpreta como dulce. Y te va a pedir más dulce. Vas a entrar en un círculo vicioso del que te va a costar más salir que si no entras.


“Si no quieres adelgazar, no engordes”


La Preysler (vale que no es una eminencia, pero en cuestiones de belleza es imbatible) dice, o dicen que dice: “Si no quieres adelgazar, no engordes”.


Simple, pero cierto.

Difícil, pero no imposible.

bottom of page