En un estudio realizado en 2011, por Catalino y Fredickson, se detectó que las personas que se encuentran en una etapa de florecimiento personal tenían en común que eran muy conscientes de las cosas que les causaban placer o disfrute en su día a día y sabían, a su vez, potenciar estas experiencias y crear rutinas positivas diariamente para amortiguar el efecto de los estresores cotidianos (de este tema se hablará próximamente). De este modo, eran capaces de detectar los recursos internos que estos poseían y se ponían en marcha para potenciarlos.
Una de estas fortalezas es la denominada APRECIACIÓN DE LA BELLEZA.
Esta fortaleza puede se caracteriza por la capacidad que tiene una persona para apreciar lo que está a su alrededor. Desde el observar una obra de arte hasta el sentimiento causado por un deporte o el acogimiento que se siente al escuchar a una persona a la que se admira, entre otros. La raíz de esta cualidad es la capacidad de dejarse llevar por los sentidos y, de esta manera, enriquecer el momento presente.
Por ello, se puede decir que esta habilidad es una manera informal de practicar mindfulness. ¿Qué quiero decir con esto? Las prácticas informales son actos que se realizan para conseguir ese estado mindful sin necesidad de sentarnos o tumbarnos a meditar (en resumidas cuentas).
El hecho de practicar la apreciación de la belleza, nos va a permitir conectar más con el momento presente, dejando los sentidos abiertos y observando lo que ocurre ante nosotros con curiosidad. De este modo, el momento presente cobrará un nuevo significado donde podremos, no solo ser más conscientes de él, sino que, también, disfrutarlo mucho más.
Para practicar esta fortaleza propongo que te vayas a un parque o lugar (por donde suelas pasar) a observar durante 5 o 10 minutos el entorno. Míralo con curiosidad y ve prestando atención a lo que percibe cada uno de tus sentidos. ¿Percibes algún olor o quizá más de uno? ¿Qué ves? ¿Escuchas algún sonido?.... Si te vienen pensamientos a la mente, no pasa nada, acéptalos y déjalos ir.
Ponte una alarma bonita y cuando termines anota todo en un cuaderno, incluyendo los pensamientos que te han aparecido en la mente y te han intentado distraer del momento presente. Y, ahora, pregúntate: ¿Qué me estaba perdiendo antes de lo que he visto ahora? Disfruta este momento y deja que ese sentimiento de calma y curiosidad llene tu cuerpo.
NAMASTÉ
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